Mina Milano's profile

Sombras del tiempo - Novela fantasía



Prólogo

Solo escuchaba el eco de sus pasos mientras recorría aquel interminable corredor subterráneo, que a cada paso que daba se le antojaba más eterno. Con la respiración entrecortada intentaba darles impulso a sus piernas para ir más deprisa. El olor húmedo de aquellas paredes de inmensas rocas macizas cuya función era sostener en pie el pasadizo impregnaba el ambiente de un aroma que solo desprende lo que ha sido escondido durante siglos.
Su corazón palpitaba contra su pecho con tanta fuerza como si quisiera salir, avisando al resto de órganos de su cuerpo de que el final, para bien o para mal se avecinaba. Sabía que tenía que ir más y más rápido. Pero no podía apresurarse demasiado o quizás todo el plan que habían trazado se echaría a perder.
Con cuidado de no tropezar, consiguió que sus piernas se movieran a más velocidad, antes de que sus gemelos comenzaran a emitir un leve quejido a causa del esfuerzo. La quemazón ascendía por sus músculos, pero eso ya no tenía importancia. Era crucial llegar al final de ese maldito pasillo trazado en las tinieblas. Tenía que encontrar la puerta. El túnel estaba tan oscuro que no veía absolutamente nada. Y como si alguien le hubiera leído el pensamiento, con un chasquido el corredor se iluminó unos metros más allá. Entonces pudo ver con claridad las paredes de piedra que la rodeaban. No había más que eso: dos paredes paralelas de piedras que reposaban las unas sobre las otras en la más absoluta oscuridad. Quién sabe cuánto tiempo llevarían ahí y a cuántas personas habían visto cruzar huyendo de las sombras, hacia ese lugar del cual dependía toda su vida.
Cada vez se aproximaba más a aquella fuente de luz, pudiendo ser consciente de que provenía de una linterna. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su portador se movió sin emitir ningún sonido. No era necesario, ambos sabían lo que debían hacer. Nada debía salir mal. No tenía por qué. Se escondió más aún en su capucha negra, como si temiese que alguien la descubriera en medio de aquellas tinieblas que la envolvían. Y es que nadie podía encontrarlos allí, porque nadie entendería lo que estaban haciendo. O quizás sí, y entonces fuera su perdición. No habría paz para nadie. Solo sangre.
Sus pasos, cada vez más firmes y seguros se acercaban más al destino final. Y entonces, por fin la luz de la linterna enfocó algo al final del camino. Era madera. Una puerta: la puerta. Sus miradas se cruzaron en la penumbra por un instante y siguieron avanzando. No podían echarse atrás, no debían perder ni un segundo más. Se aproximó hasta la puerta y colocó sus manos sobre el picaporte. Aguantó la respiración durante unos segundos, cogió aire de nuevo mientras comenzaba a girar el pomo de la puerta. Su corazón latía cada vez más desbocado, la garganta seca, las manos sudorosas. Empujó la puerta, que crujió. Pero no se abrió. 





Parte I. Ilika
La hicieron nacer entre las olas del tiempo y navegar entre ellas. Un ser frágil, efímero, concebido para velar por todo cuanto habían creado. Nació de entre la bravura del fuego, mecida por el susurro del viento, germinada entre las raíces de una tierra joven y fértil, arropada por todo un mar en calma. De todas ellas tomó lo que le dieron, marcándola por nacimiento, destinándola a ser quién fue. Pero su creación fue en definitiva gracias a una gota de la sangre más divina que jamás ha existido. Así fue cómo se creó la primera humana en Carena. Sangre de la sangre de la diosa primordial.
Jelka fue el nombre que le otorgaron, pero solo fue uno de todos aquellos por los que fue nombrada a lo largo de su historia. Tuvo el privilegio de crecer allá donde habitaban las criaturas más poderosas, las que le habían dado la vida. Vivió en la morada de las diosas hasta que le fue encomendada la misión para la que había sido creada; reinar sobre Carena impartiendo al resto de mortales las enseñanzas en las que las diosas la habían adoctrinado durante su niñez.
Su reinado se prolongó durante larguísimos años, en los que se consolidaron todos los valores que las diosas deseaban para su nueva tierra, que habían creado con tanto ahínco. Parecía su cometido no acabar nunca, pues Jelka no era una mortal más. Si bien era humana, había sido hecha a partir de la sangre de la diosa Riska. Era en realidad, una privilegiada, que perpetuó un linaje emparentado con lo divino. A ella, por tanto, la obsequiaron con otro presente heredado también por sus hijos y los hijos de sus hijos.
Pero para Jelka, más que un regalo fue una maldición eterna. Pues ella apenas envejecía mientras a su alrededor todo cuanto conocía se desvanecía. Sin embargo, su reinado no duró eternamente. Las diosas un día la reclamaron, cuando en apariencia aún era joven, pero ya había vivido varios siglos. Volvió a la morada de las diosas para no volver jamás a su palacio. Su descendencia, por mandato de Riska, fue la designada para tomar el trono de Carena, velando por los valores que las diosas habían establecido en su mundo.
En cuanto a Jelka, un destino diferente la aguardaba a su encuentro con las divinidades.
—Tu misión en Carena ha terminado por ahora, Jelka —la recibió una voz arenosa a la entrada de la morada de las diosas.
Así fue como después de una eternidad se reencontró con la diosa de la tierra. Al contrario de lo que Jelka esperaba, tras años a su servicio el encuentro fue distante. No dijeron ni una palabra más mientras atravesaban los corredores del grandioso palacio para ir al encuentro con su destino.
Llegaron hasta una inmensa sala circular rodeada de altas columnas en las que se enredaban flores y plantas, que alcanzaban hasta el abovedado techo repleto de ventanales. Allí las esperaban las otras cuatro diosas, cada una en una esquina de la estancia.
Jelka se aproximó hasta situarse en el centro, mirando a Riska, quien solía hablar por todas ellas.
—Hemos creado unos nuevos seres para ayudarte en tu tarea —comenzó a explicar la diosa.
Por un momento Jelka sintió alivio, como si la hubieran liberado de una enorme carga. Pero ese sentimiento no tardó en reaparecer cuando le explicaron en qué consistía su nuevo cometido.
—Deberás ahora proteger Carena desde las sombras. Estos nuevos seres pueden jugar con el tiempo, lo que te permitirá adelantarte a cualquier acontecimiento que suceda.
Las diosas habían creado unos humanos capaces de navegar entre las olas del tiempo. Condenándola a ella a viajar con ellos para velar por la seguridad de Carena.
—Pero eso no es todo —añadió Ilika, con su voz de arena—. Hemos descubierto, que el destino de Carena está ligado al de la Tierra. Por lo que debéis arreglar los desastres cometidos allí para que nuestro nuevo mundo sea un lugar seguro.
Esa fue su sentencia escrita en piedra. Marcada de por vida para vagar entre las sombras del tiempo. Relegada al olvido, hasta por quienes le dieron la vida y todo le debían.
—Que así sea —aceptó ocultando su resignación.
Pero mientras se alejaba de allí, dispuesta a comenzar sus nuevas labores, aún le aguardaba una advertencia, que recordaría todos los días de su vida.
—Recuerda que jugar con el tiempo es peligroso.
Esa solemne voz permaneció como un eco en su memoria hasta el fin de los tiempos. 



                             Tres historias. Dos guerras. Un mundo. Un solo vencedor.


Puedes leer la historia completa aquí 

Sombras del tiempo - Novela fantasía
Published:

Sombras del tiempo - Novela fantasía

Published: